En el aula la dislexia se puede detectar
inicialmente por el retraso en el aprendizaje de la
lecto-escritura, las peculiaridades que se dan cuando consigue iniciar el aprendizaje, la
lentitud, la tendencia al deletreo, la escasa
comprensión
lectora debida a la falta de ritmo , la ausencia de puntuación. A medida que los cursos
pasan, los problemas se agudizan, ya que el estudio, y el trabajo escolar en general se basa en las habilidades
que el niño no tiene y se retrasa progresivamente. Así, la dificultad lectora,
la escasez de comprensión, llevan a malos resultados escolares, mal
autoconcepto, actitudes de desgana y conductas
en ocasiones, disruptivas, perturbadoras del buen funcionamiento del clima del
aula.
Ocurre con gran frecuencia que al niño se le
tacha de vago, distraído y se atribuye a estas características su mal
funcionamiento escolar, presionándole para que trabaje, atienda, y de alguna manera menospreciándolo
por su incapacidad para aprender.
Hay que tener en cuenta que la realidad es justo al revés, ya que
las características de distraibilidad es consustancial al síndrome disléxico y si bien es
una dificultad para el aprendizaje, no es algo que el niño pueda controlar
voluntariamente y cuya mejora debe entrar dentro del esquema de tratamiento del problema.
La dislexia se
presenta en muchos grados, desde pequeños problemas superables en breve plazo,
hasta una dificultad que se arrastra de por vida y que se aproxima como en un
continuo hacia la disfasia, que es un problema más grave y profundo de todas las
áreas de lenguaje. De cualquier modo, con la iniciación del tratamiento con
suficiente precocidad se suelen derivar resultados positivos y una
clara mejora en el rendimiento escolar. La mayor o menor efectividad va a depender de factores tales como la
profundidad del trastorno, el nivel de motivación, inicial o que se le consiga
inculcar, grado de implicación de la familia y el profesorado, adecuado
diagnóstico y
tratamiento, duración y seguimiento del trabajo...
He de insistir en la importancia de la detección precoz de estos problemas, antes de
que generen los problemas de personalidad a que hemos
aludido. En vez de ignorar las dificultades,
atribuirlas a desidia, distraibilidad, o inmadurez, recomiendo la derivación hacia el
psicopedagogo/a escolar con el fin de descartar problemas de deficiencia intelectual u otros y
orientar el diagnóstico hacia la
inmadurez o la
dislexia. Recomiendo no perder de vista la presencia de una
dislexia en todos
aquellos niños calificados de inmaduros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario